A veces cuando reflexiono sobre las relaciones, de la gente que me rodea, la familia o amigos no puedo dejar de sorprenderme un poco por todo lo que las rodea. Sin mencionar las mentiras, ya sean piadosas o no, las relaciones en general cuentan con una buena parte de política.
Manejo de intereses, poder económico o simplemente manejo de conocimientos, vamos toda una gran mafia si se piensa un poco.
Cuento con una gran amistad, nos conocemos desde que yo tenia 14 años, y hoy en día, nuestra relación, que sin duda ha ido cambiando con el tiempo, si bien, también ha sido el tiempo lo que la hecho mas firme.
Ahora que resido en otro lugar, no me queda mas que mantener esta amistad mediante el teléfono, y a veces las horas que pasamos con el no son suficientes para todo lo que queremos compartir.
Hay una cosa en la que siempre hemos coincidido, y es el pensar que es muy difícil poder compartir con la gente de tu alrededor cantidad de ideas, pensamientos o creencias por el simple hecho de que como dice el anuncio hay cosas que jamás se dicen aunque sen verdad, y aun menos se admiten que se piensan.
El tener que convivir con estas mentiras habituales, que todos damos por buenas, sin cuestionar, hace que cada vez nos sintamos a la vez mas solos, y distantes de los demás, antes de admitir como envidiamos a aquellos que son capaces de asumir que son como son, sin sentirse oprimidos por normas sociales.
Sin cuestionar como nos desmentimos la mayoría de las veces, entre lo que decimos que opinamos, y lo que después hacemos, o comentamos sin querer.
Cualquiera sabe de las conversaciones (cotilleos) famosos de mujeres, en los que mas que decir verdades, se adivinan. Eso si, sin declarar eso de ¡ah, te pille¡ eso solo queda para la siguiente conversación, con otra persona distinta y con una nueva” noticia” que contar, sin duda.
No se muy bien como funciona esto con las relaciones de los hombres, pero por lo poco que he observado es poco mas lo mismo, mucho escaparate, y después veremos en que acaba el material.
Así no es de extrañar que cuando alguien coincide en una conversación en la que eres natural y llamas al pan, pan, te acabe o bien odiando, por ser seguramente para ellos, una creída, o imbecil, o alabando, por lo bien que se esta contigo, y la alegría de sentirse a gusto, y coincidir con alguien que no anda buscando tres pies al gato. Como si eso fuera un imposible.
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