Rosebud

Buscar vida antes de llegar a la muerte. Blog personal de alguien "normal"


Compartiendo

Estás sola. Tristemente y sinceramente estás sol@.
¿A quien le cuentas tus cosas?,¿ en quien confías?, ¿en quien te apoyas cuando el mundo se hace más grande?. ¿Con quien compartes tus miedos?, ¿tus deseos, tus ojalá?
    Recuerdo a los que eran mis amigos, las salidas de finde, las cervezas con tapas y las conversaciones eufóricas con un mundo por morder.
  Recuerdo las incomprensiones, la distancias que nos unían y el dolor de ser adulto.
   Sus sueños y los nuestros. La cargas, que cada quien teníamos en nuestra mochila y que nos separaban, aún con nuestra resistencia.
  Entonces ya estaba muy sola. Mi pareja ya tenía problemas con el alcohol. Mi hijo pequeño aún no entendía como funcionaba el mundo de los adultos y sus ojos, brillaban con una gran sonrisa que iluminaba mi oscuridad. Cuanta alegría puede regalar una inocente alma.. Su conocer, su aprender, compartir sus búsquedas.
   Cuando comienzan las relaciones, las emociones, vibran alrededor.
Ilusiones, intentos, deseos producen una energía que empujan, a intentar, a conseguir, a soñar..
  Hoy nos miramos desde lejos, conociendo nuestros interiores desde fuera, con una triste mirada.
Lejos quedaron los intentos, la ganas y aquella energía.
   La búsqueda y necesidades del uno en el otro.
  Ahora sabes muy bien que no quieren oír de ti. Que palabras molestan y cuanto prefieres no expresar.
  Quizás, seamos más brillantes para el exterior. Que no ve, a primera vista, los desconchones, los  raspones hábilmente tapados con tiritas, ni los deformes golpes que desdibujó el bonito diseño.

Si es que no fue desde el principio un diseño erróneo.
   Ya ni eso importa.
Ya pasaron la épocas de presumir del modelo, los colores o el ruido del motor.
    Mejor no recordarlo.
Recuerdo haber compartido conversaciones y largas charlas con mi amiga. Con quien podía decir lo que no decía. Y que un día me dijo que yo había cambiado, y que no le gustaba lo que mostraba.

  Recuerdo perfectamente aquella energía, esas ganas, esa energía que regalabas al viento. Y aquellos ilusorios planes.
  Te veías mayor, en casa, juntos en un sofá mirándonos a los ojos con la seguridad de estar al lado de la persona perfecta. Quién te cuida, quién quiere compartir su aliento contigo, sus despertar y sus últimas ideas. Quién te busca necesitandote. Queriendo tu forma de ver y comprender la vida.

  Hoy, nos alejamos disimuladamente, buscando a otros y otras ideas.
Con quién comparte lo que no nos decimos. Quién, si quiere escuchar.
  O en mi caso. El texto que expresé todo esto, que no sé muy bien cómo digerir.
   Es triste y sereno a la vez.

Realidad y silencio.

Lejos queda la utopía de lo ideal, la relaciones y lo que debiera ser.
La verdad, como somos, y lo que pensamos, se dibuja día a día. Borrando lo que decimos y que no concuerda con la coherencia.
  Supongo que muchos siquiera lo ven. Lo sé. A veces, hasta yo, no lo veo. Aunque seguramente fácilmente verás a los demás.

   Si lo ves. Lo tienes. Aunque presumas de lo contrario. Aunque digas yo no..

   A nadie, nadie, le gusta que se lo digas, en todo caso con mucha diplomacia, si es que el otro te da espacio.
Supongo que a todos nos gusta esconder nuestras miserias y, o, ocultarlas en el fondo y para siempre. Aunque sea imposible.
  Vuelvo a decir. Se ve.
Ahora me consuelo con quererme como soy, con lo bueno y lo malo. Así soy. Una mezcla de todo. De aquella energía. De mis risas, aunque ahora seán sobre mi, de lo que queda de ese humor negro que tanto me sirvió. Y un mucho de un dolor, al que aún no le he puesto nombre.
  Un dolor que me hace reír, cuando mi amiga me comparte lo duro que son las noches y competimos por las horas de sueño. Y el tambaleó al baño.
   El mismo que se agarra a mi estómago cuando miro a mi marido a mi lado, mirando horas su móvil. Sin verme, mientras, estoy ahí, deseando que me mire, como me miraba hace años. Y entonces, me aprieta un poco más.
  Un dolor que se mueve por todo mi. Y acompaña mi cabeza mientras hablo con mi hijo por teléfono y lucho por usar la palabras adecuadas, para mantener alegre la conversación. Mientras anhelo su presencia y respiro lentamente.
  Está, cuando veo irse a mi hija de casa, alegre y feliz. Preciosa. Pidiendo más tiempo para no volver. Para disfrutar su libertad.
Y yo siento como ese dolor aprieta mis hombros , agarrándome hacia el fondo de mi asiento. Mientras mi mirada se queda buscando los colores que desdibujan su ida.
   Acompaña y llena un vacío que ya no tiene colores. Ni vibraciones alegres ni deseos ocultos que mantienen un futuro imaginario.
        Mis deseos más cercanos incluyen, dormir, evitar el dolor en lo posible, chocolate. Tener ganas de pasear y disfrutar el buen tiempo. Contemplar mi alrededor y tener la energía suficiente para mantener mis ocupaciones obligatorias.
     Disfrutar conversaciones con quién quiere compartir. E imaginar un futuro cercano en el que deseo hacer cosas.



  



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