Día de descanso para
organizar casa y ropas. Después de tres semanas sin día de descanso, tengo
tantas cosas que hacer y tan pocas ganas.
La primavera parece
haberse decidido a incorporarse por fin en nuestras vidas, aunque el jueves en
la noche nos acompaño una tormenta que pareciera la del diluvio. Colmadita de
rayos y truenos que encogieron mi corazón. Un sentimiento indescriptible, de fascinación
y miedo se unen a la vista del poder de cielo, los rayos iluminaban permitiéndome
ver las montañas como si fuese de día y tras ello el sonido del trueno inundaba
mis oídos encogiéndome el alma.
Últimamente mi alma
anda así, encogida, sin acabar de encontrar mi espacio en este lugar, más bien
entre estas gentes, porque el paisaje es amable, lleno de lugares que apaciguan
la mente, agua por doquier y su melodía y verde mucho verde.
A veces todo este
paisaje trae a mi mente mi adorada Granada, su verde generalife lleno del sonido
del agua y el vergel que derrama sus frutos por doquier. Tal vez solo yo
encuentro el parecido, intentando llenar mi desencanto con lo que siento mío.
He tenido la suerte
de encontrar buenas compañeras, pero aun me sobran dedos de una mano para
contar con la gente que puedo “entenderme”, doy gracias por ello, pero ¡¡que difícil el día a día¡¡
A veces tengo la impresión
de que solo yo no pillo de que va la cosa. Vuelve a ocurrirme, pensar que todo el mundo es bueno, cosa que no lo es para mí.
Ahh, quejas,
quejas. Soy consciente de mi suerte, a pesar de todo, aunque a veces todo, pesa
mucho.
La lejanía de la
familia y amigos, las celebraciones perdidas, las alegrías sin compartir con
los tuyos, las tertulias de las tardes de siesta, en fin, formar parte del día a
día en el que ves crecer a los tuyos y sientes como pasa el tiempo junto a los
que quieres.
Quizás son cosas que
solo se valoran cuando no se tienen. Como casi todo en los seres humanos, tan
idiotas que solo descubrimos lo que nos llena cuando no lo poseemos.
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